Mi primer maratón: soy un finisher!!!

Todavía no me ha pasado el subidón por haber terminado mi primer maratón y poder definirme, con pleno título, finisher.

Intento poner un poco de orden en mis emociones cuando sólo ha pasado un día desde que arranqué en la línea de salida del Maratón de Vitoria, ayer 8 de mayo.

Para empezar, tengo que admitir que llevaba unos días muy nervioso, durmiendo mal y sin concentrarme excesivamente en el trabajo. Menos mal que mi mujer me ha acompañado en todo momento.

El sábado, ya instalado en el hotel, salgo a dar una vuelta de 5km, más que nada para quitarme la tensión y ver cómo estaba. El resultado no fue muy satisfactorio, pero lo achaqué a los nervios permanentes. Además, hemos aprovechado el día para recorrer la maravillosa ciudad de Vitoria, con sus tapas y garitos. No me he pasado mucho, pero no he perdonado un bacalao con salsa de calamares, que estaba riquísimo. Por la noche, buscamos un restaurante italiano, por aquello de hacer acopio de carbohidratos. Al final, nos fuimos a “L’Oliva” que está bien, pero un pelín más caro de lo que en realidad merece.

Y por fin, llegó el Día D. Como siempre, en los últimos días, he dormido mal y me he despertado varias veces. A las 7 he decidido levantarme y bajar a desayunar. El salón estaba repleto de corredores y me tocó sentarme en una mesa al lado de una pareja que no paraba de hablar. Yo que necesito silencio para concentrarme, encontré las continuas charlas un poco gargantes, pero cada uno combate el stress como puede.

Vuelvo a la habitación, me embadurno de crema, con un stick que ha demostrado ser muy eficaz. Además, he descubierto unos parches (de uso hospitalario) que vienen muy bien y que deberían estar en el botiquín de cualquier corredor pasado de peso. Desde luego, a mí me ha salvado de esas molestas rozaduras que llegan a hacerte sangrar.

Línea de salida. Un poco caótica, la verdad. Al final, un veterano (rondaría los 60, pero estaba hecho un figurín) me da los últimos consejos. “No te pases al principio. Yo lo hice en mi primer maratón y lo pagué“. Con esa frase en la cabeza, dan el pistoletazo de salida y “nos vamos p’allá“.

Sobre el km5, me engancho con una pareja que van a un ritmo de 6’/km y decido quedarme. Hasta nos da tiempo a charlar del trayecto, de las pasadas carreras, de cómo va a ser esto… “Esto es algo muy largo…“. Escucho la frase, pero sólo más adelante le daré el verdadero sentido a estas palabras. Siento no recordar el número de los dorsales, pero os agradezco mucho la compañía. Sobre el km15 noto que voy demasiado lento para mi ritmo, me disculpo y me adelanto un poco. De hecho, sobre el km20, la pareja se separa y el chico me adelanta sin problema, mientras que la chica se queda atrás. En todo caso, como hay muchos sitios donde los corredores se cruzan en los distintos carriles, nos seguimos dando ánimos cada vez que nos cruzamos.

KM25. Es cuando empiezo a sentir que puedo terminar. Voy lento (6’/km), pero me siento bien. Hasta me da tiempo a sacarme una foto con mi mujer y ella también se alegra de verme con fuerzas. A partir de ese momento, es cuando empieza la carrera de verdad.

En cada avituallamiento, he comido y bebido. Tenía pensado seguir corriendo mientras bebía, pero he entendido que, para mí, eso no tenía sentido. Así que, cada 5 km bebía y comía andando.

Admito haber probado una rara sensación cuando he empezado a ver las marcas de los 30 y tanto kilómetros. Yo nunca había estado en esos territorios. Los tramos de las afueras eran bastante inhóspitos, con largas retas a pleno sol y casi nadie en los bordes de la carretera. Es en ese momento cuando he decidido machacarme como fuera y no andar, cueste lo que cueste. Tenía la sensación que, si paraba, no volvería a arrancar. Llegar al km 35, solo, a pleno sol, ha sido un verdadero calvario, pero poco a poco, lo consego.

Y de repente, el km36 y la clara sensación de haber acabado la gasolina. “Joder, sólo faltan 6 km, no puedo parar ahora“. Otro avituallamiento, ya en una avenida arbolada y en cuesta. Por cierto, cuántas cuestas!!! Por lo menos, aquí no había viento, al contrario de las zonas de las afueras. Ahora sí que decido andar, entre el km37 y pico hasta poco antes del km39. Por cierto, andar hace que sienta un dolor horrible en los pies. Cada paso que doy es como darme un martillazo en los pies. Mejor correr que seguir caminando, duele menos.

Por fin, empieza la cuesta abajo (o eso me parece a mí) y empiezo a correr con todo lo me queda, que no es mucho. Vuelvo hacia el centro de la ciudad, pasando por debajo de las líneas del tren. ¡Lo que se agradece la sombra! Un par de curvas donde no paraba de preguntar a la gente dónde diablos estaba la línea de meta. Y, al final, la veo.

Ahí estaba mi mujer, sonriendo y sacando fotos. Estoy feliz, radiante y con una sonrisa de oreja  a oreja. Meta: 4h 45′ 17”. Me cuelgan una medalla y una chica, muy amablemente, me quita el chip de las zapatillas y me ata los cordones. Gracias, no creo que habría podido hacerlo yo solito.

Mi ropa está casi seca, pero acartonada por el sudor que he perdido. Me encuentro con el chico de la pareja que me ha acompañado al principio y le doy las gracias por haber tirado del carro. Se nota que es un corredor acostumbrado a otras marcas y que se ha sacrificado por ayudar a los principiantes. Cómo son los corredores: es imposible imaginarse este compañerismo en otras disciplinas deportivas.

Mi mujer me guía hacia la plaza del Ayuntamiento, donde hay bebida y la zona de masajes. De cintura para abajo, me duele todo y me tumbo en el suelo de la plaza. Sigo siendo el foco de la cámara de mi mujer y me da tiempo a disfrutar del sol y de la felicidad de haber terminado.

La cola para los masajes es un poco larga, pero necesito que me alivien el dolor que siento en las piernas, así que espero pacientemente. Cuando me bajo de la camilla (por cierto, GRACIAS chicas), ya me siento mejor. Nos vamos al hotel y saludo a la chica de la pareja, que ha llegado poco después que yo, pero entera y sonriente.

Ducha, maletas y camino a casa. Casi 800km de vuelta en coche, pero la adrenalina puede con todo. Son las 12 pasadas cuando nos metemos en la cara y a mí no se me borra esta sonrisa tonta de saber que soy un finisher. Hasta la próxima y GRACIAS a todos por los ánimos y la ayuda. Ha sido una experiencia fantástica que espero repetir.